¿Recuerdas cuando Stanley Druckenmiller quemó $3 mil millones persiguiendo acciones tecnológicas en el apogeo de la burbuja puntocom del año 2000? Es un operador legendario, ¿verdad? Construyó su reputación sobre la disciplina y la gestión del riesgo.

Luego llegó la burbuja. El FOMO entró en juego. Se lanzó a comprar empresas que sabía que estaban sobrevaloradas.

Después, alguien le preguntó qué había aprendido del desastre.

¿Su respuesta? Honestidad brutal: "No aprendí nada. Ya sabía que no debía hacer eso."

Esa es la cuestión sobre los mercados. Saber las reglas no significa que las vayas a seguir cuando todos los demás se están haciendo ricos. La parte más difícil no es entender el riesgo, sino respetarlo cuando la música sigue sonando.