La mayoría de la gente señala primero al mercado bajista; al fin y al cabo, cuando las caídas duelen, todos quieren encontrar un chivo expiatorio. Pero, ¿te has parado a pensar que el momento en que realmente quedaste atrapado ya estaba predestinado al final de la subida desenfrenada?
No fue la caída la que te mató, fuiste tú mismo cuando, en la cima, temblando, pulsaste el botón de “apostar todo”.
Si miras atrás, verás que aquellos que planificaron en silencio cuando el mercado estaba tan frío que nadie prestaba atención, al final casi siempre salieron bien parados. ¿Por qué? Porque no se dieron la oportunidad de “comprar en lo alto”. Especialmente con aquellos activos contrastados por el tiempo y con buenos fundamentos: aunque no hayas comprado en el punto más bajo, si tienes paciencia y mantienes la posición, el tiempo acabará corrigiendo el error. La diferencia es simplemente ganar más rápido o más despacio.
¿Pero qué hay de los que lo pierden todo? El guion es casi siempre el mismo:
En el fondo, dudan y solo se atreven a comprar un poco para probar; Sube un 20%, piensan “no está mal” y añaden algo más; Sube un 50%, las ganancias en papel se ven bien y empiezan a aumentar el tamaño de la posición; Cuando la euforia llega—entra el apalancamiento, y todo el dinero prestado también se invierte.
¿Y después? El mercado da la vuelta, las ganancias desaparecen y el capital se evapora.
Aunque entraste antes que otros, acabas siendo el último en comprar caro. Esta realidad surrealista se repite en cada ciclo alcista.
¿Por qué tanta gente cae en la misma trampa?
Porque en un mercado alcista no gana el más técnico, sino el más paciente y el que mejor controla su mentalidad. Tú tienes una criptomoneda sólida que sube poco a poco, pero tu vecino se multiplica por diez en tres días con una moneda desconocida; al principio no tienes prisa, pero cada día te bombardean con capturas de pantalla de “enriquecimiento instantáneo” y casos de “libertad financiera”, y es difícil no sentir envidia. El ruido informativo del mercado alcista amplifica tus celos y ansiedad, alejándote de tu ritmo original.
¿Entonces qué hacer?
Dos métodos simples, pero muy útiles.
**Primero: deja las decisiones en manos del tiempo**
No mires el precio, no te preocupes por las subidas o bajadas, simplemente invierte una cantidad fija de dinero con una frecuencia establecida. ¿Suena tonto? Pero esta operativa mecánica puede protegerte del impulso más incontrolable de la naturaleza humana.
**Segundo: asignación forzosa de ingresos**
Cada vez que recibas dinero—ya sea el salario o una prima—aparta un porcentaje fijo y mételo directamente en la cuenta de inversión, sin mirar el mercado ni pensar en cómo te sientes. Ese dinero no se puede usar para otra cosa. Lo que queda es para tus gastos, hipoteca, presupuesto de consumo.
Verás que, al final, los que siguen la disciplina a rajatabla suelen tener mejores resultados que aquellos que se pasan el día mirando gráficos, investigando velas y persiguiendo tendencias.
Así que, quienes te arrastran al abismo no son los mercados bajistas, sino la avaricia de esos últimos días de mercado alcista. Y lo que realmente te destruye no es el mercado en sí, sino tu propia incapacidad para vencer esa inquietud interior.
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¿A quién hay que culpar por perder dinero?
La mayoría de la gente señala primero al mercado bajista; al fin y al cabo, cuando las caídas duelen, todos quieren encontrar un chivo expiatorio. Pero, ¿te has parado a pensar que el momento en que realmente quedaste atrapado ya estaba predestinado al final de la subida desenfrenada?
No fue la caída la que te mató, fuiste tú mismo cuando, en la cima, temblando, pulsaste el botón de “apostar todo”.
Si miras atrás, verás que aquellos que planificaron en silencio cuando el mercado estaba tan frío que nadie prestaba atención, al final casi siempre salieron bien parados. ¿Por qué? Porque no se dieron la oportunidad de “comprar en lo alto”. Especialmente con aquellos activos contrastados por el tiempo y con buenos fundamentos: aunque no hayas comprado en el punto más bajo, si tienes paciencia y mantienes la posición, el tiempo acabará corrigiendo el error. La diferencia es simplemente ganar más rápido o más despacio.
¿Pero qué hay de los que lo pierden todo? El guion es casi siempre el mismo:
En el fondo, dudan y solo se atreven a comprar un poco para probar;
Sube un 20%, piensan “no está mal” y añaden algo más;
Sube un 50%, las ganancias en papel se ven bien y empiezan a aumentar el tamaño de la posición;
Cuando la euforia llega—entra el apalancamiento, y todo el dinero prestado también se invierte.
¿Y después? El mercado da la vuelta, las ganancias desaparecen y el capital se evapora.
Aunque entraste antes que otros, acabas siendo el último en comprar caro. Esta realidad surrealista se repite en cada ciclo alcista.
¿Por qué tanta gente cae en la misma trampa?
Porque en un mercado alcista no gana el más técnico, sino el más paciente y el que mejor controla su mentalidad. Tú tienes una criptomoneda sólida que sube poco a poco, pero tu vecino se multiplica por diez en tres días con una moneda desconocida; al principio no tienes prisa, pero cada día te bombardean con capturas de pantalla de “enriquecimiento instantáneo” y casos de “libertad financiera”, y es difícil no sentir envidia. El ruido informativo del mercado alcista amplifica tus celos y ansiedad, alejándote de tu ritmo original.
¿Entonces qué hacer?
Dos métodos simples, pero muy útiles.
**Primero: deja las decisiones en manos del tiempo**
No mires el precio, no te preocupes por las subidas o bajadas, simplemente invierte una cantidad fija de dinero con una frecuencia establecida.
¿Suena tonto? Pero esta operativa mecánica puede protegerte del impulso más incontrolable de la naturaleza humana.
**Segundo: asignación forzosa de ingresos**
Cada vez que recibas dinero—ya sea el salario o una prima—aparta un porcentaje fijo y mételo directamente en la cuenta de inversión, sin mirar el mercado ni pensar en cómo te sientes. Ese dinero no se puede usar para otra cosa. Lo que queda es para tus gastos, hipoteca, presupuesto de consumo.
Verás que, al final, los que siguen la disciplina a rajatabla suelen tener mejores resultados que aquellos que se pasan el día mirando gráficos, investigando velas y persiguiendo tendencias.
Así que, quienes te arrastran al abismo no son los mercados bajistas, sino la avaricia de esos últimos días de mercado alcista.
Y lo que realmente te destruye no es el mercado en sí, sino tu propia incapacidad para vencer esa inquietud interior.