La carrera de Europa por lanzar un euro digital acaba de acelerarse. La iniciativa surge después de que Washington aprobara la ley GENIUS, que regula el floreciente sector de las stablecoins en Estados Unidos. Ese movimiento ha alarmado a los responsables políticos en Bruselas, que temen que el dólar esté reforzando su control sobre la economía digital. Para responder, el Banco Central Europeo (ECB) está explorando no solo una hoja de ruta más rápida, sino también una idea radical: poner el euro en blockchains públicas como Ethereum o Solana.
El euro digital ha estado en desarrollo durante varios años. El BCE comenzó estudios formales en 2021, luego entró en una fase de preparación a finales de 2023. Si todo va según lo previsto, la implementación podría ocurrir entre 2025 y 2026. Anteriormente, se esperaba que un libro mayor privado y permissionado alojara el CBDC. Ahora, con la política de EE. UU. acelerando las stablecoins privadas, el enfoque del BCE está cambiando. Este cambio refleja una preocupación creciente por la soberanía monetaria, un punto que también se destaca en un análisis de Reuters que subraya los riesgos que las stablecoins vinculadas al dólar representan para la autonomía de Europa.
Ejecutar el euro en una blockchain pública sería un paso audaz. Significaría interoperabilidad con el ecosistema cripto más amplio, permitiendo que un euro tokenizado se conecte directamente con las finanzas descentralizadas. Imagina que las empresas liquiden contratos en tiempo real, o que los consumidores usen dinero programable para deducciones fiscales instantáneas. Ethereum ya soporta capacidades de contratos inteligentes, mientras que Solana aporta velocidad – decenas de miles de transacciones por segundo – a bajo costo. La transparencia es otra ventaja: los libros mayores públicos son auditables, abiertos y resistentes a manipulaciones. En teoría, esto podría ayudar a generar confianza. El análisis de estos desarrollos se discute cada vez más en plataformas financieras especializadas, incluido Tradingpedia.
Pero los inconvenientes son difíciles de ignorar. Las blockchains públicas no ocultan las transacciones. Cada pago deja una huella. Eso es un problema en Europa, donde leyes de privacidad como el GDPR exigen que los ciudadanos mantengan el control sobre sus datos personales. La inmutabilidad de la blockchain choca con el “derecho al olvido”, creando dolores de cabeza legales para reguladores y banqueros centrales por igual. También está la cuestión del control. Si el euro funcionara en Ethereum o Solana, ¿qué influencia tendrían los desarrolladores, validadores o actores extranjeros sobre la infraestructura que respalda la moneda europea?
Un libro mayor centralizado evita algunos de esos problemas. El BCE tendría control total, limitando los riesgos para la estabilidad financiera y garantizando el cumplimiento de las normas europeas. La privacidad podría protegerse mediante una visibilidad selectiva de los datos, permitiendo a los reguladores supervisar sin exponer transacciones sensibles al público. Este enfoque no es hipotético. La yuan digital de China ya funciona en una arquitectura centralizada, demostrando que un modelo estatal es viable. Sin embargo, tal sistema se siente más cerrado. Probablemente tendría dificultades para integrarse con las finanzas globales y podría hacer que el euro sea menos atractivo para innovadores y empresas que dependen de redes abiertas.
Aquí es donde entra en juego la geopolítica. Un euro digital en infraestructura pública podría fortalecer la independencia monetaria de Europa y ofrecer un contrapeso al dólar. También señalaría que la UE está seriamente comprometida a competir en las finanzas programables, el espacio donde convergen pagos, contratos y aplicaciones. Algunos analistas creen que incluso podría impulsar la adopción del euro más allá de las fronteras europeas, especialmente en liquidaciones transfronterizas, donde la rapidez y la interoperabilidad son fundamentales.
El BCE aún no ha tomado una decisión final. Los funcionarios continúan evaluando los trade-offs entre descentralización y control, apertura y privacidad, innovación y cumplimiento. Se espera una decisión más clara para finales de 2025. Sea cual sea el camino que tome Europa, las implicaciones serán globales. El euro digital no solo redefinirá el dinero en casa, sino que también podría marcar el modelo de cómo las monedas soberanas interactúan con las blockchains públicas durante décadas.
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Euro Digital en la Vía Rápida: Blockchain Pública Vs Libro Mayor Centralizado en la Carrera Monetaria de Europa
La carrera de Europa por lanzar un euro digital acaba de acelerarse. La iniciativa surge después de que Washington aprobara la ley GENIUS, que regula el floreciente sector de las stablecoins en Estados Unidos. Ese movimiento ha alarmado a los responsables políticos en Bruselas, que temen que el dólar esté reforzando su control sobre la economía digital. Para responder, el Banco Central Europeo (ECB) está explorando no solo una hoja de ruta más rápida, sino también una idea radical: poner el euro en blockchains públicas como Ethereum o Solana.
El euro digital ha estado en desarrollo durante varios años. El BCE comenzó estudios formales en 2021, luego entró en una fase de preparación a finales de 2023. Si todo va según lo previsto, la implementación podría ocurrir entre 2025 y 2026. Anteriormente, se esperaba que un libro mayor privado y permissionado alojara el CBDC. Ahora, con la política de EE. UU. acelerando las stablecoins privadas, el enfoque del BCE está cambiando. Este cambio refleja una preocupación creciente por la soberanía monetaria, un punto que también se destaca en un análisis de Reuters que subraya los riesgos que las stablecoins vinculadas al dólar representan para la autonomía de Europa.
Ejecutar el euro en una blockchain pública sería un paso audaz. Significaría interoperabilidad con el ecosistema cripto más amplio, permitiendo que un euro tokenizado se conecte directamente con las finanzas descentralizadas. Imagina que las empresas liquiden contratos en tiempo real, o que los consumidores usen dinero programable para deducciones fiscales instantáneas. Ethereum ya soporta capacidades de contratos inteligentes, mientras que Solana aporta velocidad – decenas de miles de transacciones por segundo – a bajo costo. La transparencia es otra ventaja: los libros mayores públicos son auditables, abiertos y resistentes a manipulaciones. En teoría, esto podría ayudar a generar confianza. El análisis de estos desarrollos se discute cada vez más en plataformas financieras especializadas, incluido Tradingpedia.
Pero los inconvenientes son difíciles de ignorar. Las blockchains públicas no ocultan las transacciones. Cada pago deja una huella. Eso es un problema en Europa, donde leyes de privacidad como el GDPR exigen que los ciudadanos mantengan el control sobre sus datos personales. La inmutabilidad de la blockchain choca con el “derecho al olvido”, creando dolores de cabeza legales para reguladores y banqueros centrales por igual. También está la cuestión del control. Si el euro funcionara en Ethereum o Solana, ¿qué influencia tendrían los desarrolladores, validadores o actores extranjeros sobre la infraestructura que respalda la moneda europea?
Un libro mayor centralizado evita algunos de esos problemas. El BCE tendría control total, limitando los riesgos para la estabilidad financiera y garantizando el cumplimiento de las normas europeas. La privacidad podría protegerse mediante una visibilidad selectiva de los datos, permitiendo a los reguladores supervisar sin exponer transacciones sensibles al público. Este enfoque no es hipotético. La yuan digital de China ya funciona en una arquitectura centralizada, demostrando que un modelo estatal es viable. Sin embargo, tal sistema se siente más cerrado. Probablemente tendría dificultades para integrarse con las finanzas globales y podría hacer que el euro sea menos atractivo para innovadores y empresas que dependen de redes abiertas.
Aquí es donde entra en juego la geopolítica. Un euro digital en infraestructura pública podría fortalecer la independencia monetaria de Europa y ofrecer un contrapeso al dólar. También señalaría que la UE está seriamente comprometida a competir en las finanzas programables, el espacio donde convergen pagos, contratos y aplicaciones. Algunos analistas creen que incluso podría impulsar la adopción del euro más allá de las fronteras europeas, especialmente en liquidaciones transfronterizas, donde la rapidez y la interoperabilidad son fundamentales.
El BCE aún no ha tomado una decisión final. Los funcionarios continúan evaluando los trade-offs entre descentralización y control, apertura y privacidad, innovación y cumplimiento. Se espera una decisión más clara para finales de 2025. Sea cual sea el camino que tome Europa, las implicaciones serán globales. El euro digital no solo redefinirá el dinero en casa, sino que también podría marcar el modelo de cómo las monedas soberanas interactúan con las blockchains públicas durante décadas.