Esta ronda de acciones regulatorias contra las stablecoins es realmente contundente.

En la parte continental, la lógica es muy directa: las stablecoins se encuadran directamente dentro de la categoría de criptomonedas y se aplica el mismo conjunto de prohibiciones para un control total. El objetivo está claro: cerrar las posibles brechas de riesgo y frenar la proliferación de fraudes. Aunque anteriormente circularon algunos rumores sobre las cantidades implicadas, las fuentes oficiales no han revelado cifras detalladas recientemente.

Hong Kong, en cambio, ha optado por un camino diferente. Allí han implementado un sistema de licencias: si no tienes la autorización correspondiente, no puedes emitir ni promocionar productos de stablecoin al público. Actualmente todavía están en un periodo de transición, y las instituciones que cumplen los requisitos pueden presentar su solicitud; no se trata de una prohibición total de inmediato.

Sinceramente, esta situación de presión desde el norte y el sur sin duda impactará la penetración de las stablecoins en los mercados principales. El sistema de licencias de Hong Kong se asemeja más a un experimento de cumplimiento normativo: si logran desarrollar un caso de éxito, quizá puedan atraer a aquellos fondos que valoran el respaldo regulatorio.

De cara al futuro, lo más probable es que el sector entre en una fase de reestructuración. Algunos actores se alinearán voluntariamente con el marco regulatorio, mientras que otros podrían abandonar el mercado o trasladarse a otras regiones. El mercado volverá a valorar el "coste del cumplimiento".