Últimamente, la evolución del oro es bastante interesante. Al abrir la aplicación de trading, las velas del precio del oro son incluso más pronunciadas que las de muchas altcoins, lo que me trae a la mente algunos recuerdos no muy agradables.

No es que tenga envidia por no haber comprado oro, sino que este tipo de subida me resulta demasiado familiar: históricamente, cada vez que el oro se dispara, suele venir acompañado de grandes problemas.

El oro es un barómetro de los activos globales, y sus movimientos anómalos suelen transmitir algún tipo de señal. Si revisas los datos históricos, verás que los superciclos alcistas del oro casi siempre han coincidido con crisis financieras. En la fase de 1971 a 1980, el precio del oro se multiplicó por 20, y durante ese periodo ocurrió la crisis financiera global de 1974. El ciclo alcista iniciado en 2001 fue aún más impresionante y duró hasta 2011, mientras que el estallido de la crisis de las hipotecas subprime en 2008 le dio un nuevo impulso.

La pauta es clara: cuanto más se dispara el oro, mayor es el pánico del mercado ante la incertidumbre. Esto es similar al mercado cripto: cuando el bitcoin sube bruscamente, suele ser por una noticia muy positiva o porque los inversores temen problemas en otros activos y buscan refugio. La lógica es la misma.

Ahora, lo que realmente hay que vigilar no es el precio del oro en sí, sino el dólar. Si el dólar empieza a tener problemas, el mercado cripto no podrá mantenerse al margen. Si el dólar repite una devaluación masiva como en 1971, el oro sin duda seguirá subiendo, y el bitcoin, como “oro digital”, verá revalorizado su papel como activo refugio.

No se puede predecir cuánto subirá llegado ese momento, pero la volatilidad seguro que será considerable. Oportunidades en el mercado nunca faltan; lo que escasea es el respeto al riesgo. En este momento, observar más y actuar menos puede ser la decisión más sensata.