En diciembre de 2025, una cifra digital quedó sellada: la deuda pública estadounidense en circulación superó oficialmente los 30,2 billones de dólares. En siete años, se ha más que duplicado.

Aún más sorprendente es que, si sumamos esas cuentas internas del gobierno, donde el dinero pasa de una mano a otra, la "deuda nacional total" se ha disparado hasta los 38,4 billones, quedando a un paso del techo legal de 41,1 billones.

Pero lo realmente grave no es esa cifra astronómica en sí, sino que se ha derrumbado la base que la sostenía.

La era de los tipos de interés bajos que duró décadas ha llegado a su fin. Ahora, solo en intereses, hay que desembolsar 1,2 billones de dólares al año. Ese dinero es como un iceberg que crece por sí solo; la parte sumergida está remodelando silenciosamente el rumbo de la economía estadounidense y global.

¿Qué significa esto? Las reglas del juego han cambiado. El núcleo del problema fiscal de Estados Unidos ya no es una cuestión de "cuánto se debe" (stock), sino una crisis de "cuánto hay que pagar en intereses cada año" (flujo).

**La deuda descontrolada no es solo un juego de números**

El umbral de los 30 billones era esperado, pero aun así pone los pelos de punta. Si analizas su estructura, verás que el descontrol era inevitable.

Primero, la velocidad. La deuda acumulada en los últimos siete años equivale casi a la suma de varias décadas anteriores. De 2018 hasta hoy, se ha más que duplicado. Esa curva de crecimiento es tan pronunciada que asusta, claramente fuera de los ritmos de un ciclo económico normal.

Después está el "doble apalancamiento". Todo el mundo mira esos 30,2 billones en circulación, pero no hay que olvidar los más de 8 billones prestados entre agencias gubernamentales. Sumando, los 38,4 billones de "deuda nacional total" es la verdadera carga real.