Hoy la cotización de USDT está en 6,94; esta caída ha sido repentina y brusca.

Algunos dicen que tiene que ver con el problema de un gigante de pagos del sudeste asiático: esa plataforma que alguna vez fue apodada el “Alipay de Camboya” dejó de operar por completo el 1 de diciembre.

En la sede central de la Avenida Sihanoukville en Phnom Penh, hay un anuncio de “Suspensión de retiros” pegado en la puerta de cristal, y cientos de personas esperando fuera con semblante más sombrío que el clima. Esta plataforma financiera, que en su día fue todo un referente, desapareció de repente sin dejar rastro.

La historia se remonta a octubre del año pasado. El Departamento de Justicia de EE. UU. tomó medidas drásticas y anunció la incautación de 15.000 millones de dólares en criptoactivos de cierto grupo. Este grupo no solo era el principal cliente de la plataforma, sino que parecía el núcleo de todo el flujo subterráneo de capital.

Acto seguido, Tether colaboró con la OFAC para congelar un lote de direcciones. Los USDT que antes circulaban en la zona gris, de la noche a la mañana se convirtieron en simples cifras en una pantalla, imposibles de mover.

Por mucho que se intente operar hábilmente o transferir activos con rapidez, ante la acción policial internacional nada es suficiente.

La caída de esta plataforma ha afectado no solo a una empresa. Incontables casas de cambio, intermediarios financieros y ahorradores comunes se han visto atrapados en la situación.

No se trata solo de la quiebra de una empresa, sino más bien del fin de un modelo de “crecimiento salvaje”.

Un mito empresarial sostenido en el gris legal ha llegado así a su punto final.