Otra noche más sin poder dormir.

Entré en este mundillo en febrero de 2020, y ya han pasado exactamente cinco años. La deuda sigue ahí, la cuenta sigue en rojo, y siento una frustración que no sé describir.

Cinco años... Lo que he perdido no es solo tiempo, ni mucho menos. Al principio jugaba con contratos en moneda de la propia cripto y perdí hasta la camisa. Este año cambié a contratos en USDT, y algo he recuperado — diez mil USDT, suena bien, ¿no? Pero si lo miro en perspectiva, el agujero sigue ahí.

Agarrar un buen token en realidad no es tan difícil. Recuerdo aquellas dos subidas de myx, donde empecé con mil o dos mil yuanes y en una noche llegué a cien mil. ¿Sienta bien? Por supuesto. Pero, ¿y luego? La cuerda en mi cabeza ya no pudo soportarlo — siempre pensando dónde está el próximo token que se multiplica por diez, cuándo llegará la próxima oportunidad de hacerse rico. Los nervios siempre tensos, como si fuera una adicción.

¿El final? No hace falta que lo diga, ¿verdad?

En este mercado nunca faltan las oportunidades, lo que falta es el momento de la siega de la guadaña. Todos esos sueños de hacerse rico rápido, el trasfondo siempre es la sangre. En la vida cotidiana soy tacaño, pero en el mundillo cripto es como si fuera otra persona — derrochando sin pensar.

Tras un ciclo alcista, al final el que sigue en pie, el que se mantiene firme, es el Bitcoin. Al fin y al cabo, si Bitcoin no sube, el resto del sector ni arranca. A veces pienso: si al principio me hubiera limitado a mantener posiciones largas de BTC con poco apalancamiento, sin aumentar posiciones ni hacer locuras, ¿habría sido diferente el final?

Quizá sí.