El 47º presidente opera en su propia burbuja de realidad, y muchos de sus seguidores habitan gustosamente ese espacio con él. Pero hay un problema: la asequibilidad es su talón de Aquiles. Incluso los leales más acérrimos no pueden ignorar lo que ocurre en la caja del supermercado.

Cuando los precios aprietan los bolsillos, las narrativas políticas pierden su magia. Un economista de la era Biden señaló recientemente esta vulnerabilidad: ningún cúmulo de hechos alternativos puede reescribir los tiques de la compra o los recibos del alquiler. El dolor económico atraviesa la ideología.

La crisis de la asequibilidad no son solo cifras en un gráfico. Es la brecha entre el mensaje político y la realidad vivida, y esa brecha no deja de ampliarse.