Voy a ser sincero: de cada diez personas que entran en este sector, ocho o nueve lo hacen soñando con hacerse ricos de la noche a la mañana.

Pero los que de verdad ganan dinero nunca son esos que van all-in a lo loco, sino los que saben pisar el freno, leen bien el mercado y se bajan a tiempo.

No te dejes engañar por el hecho de que ahora tengo varios millones en la cuenta; empecé con apenas unos pocos miles de U, un minorista de manual: sin contactos, sin información privilegiada, sin ningún pez gordo cubriéndome las espaldas. Lo único que tenía era aguante y no hacer tonterías.

Muchos me preguntan cómo conseguí hacerlo crecer. La respuesta es sencilla: no apuestes a lo loco.

Empecé con 1.000 U y los dividí en cinco partes, 200 U por posición. En cada operación ponía stop loss, nunca perseguía precios altos, jamás iba contra la tendencia y menos aún me empeñaba en aguantar una mala posición.

En esa época, me repetía cada día: has venido a robar, no a morir.

Si el mercado no estaba claro, me quedaba fuera; si lo veía claro, entraba con calma. Cuando la cuenta creció poco a poco hasta los 10.000 U, empecé a aumentar posiciones—pero no de golpe, sino entrando por partes cuando la tendencia estaba clara, avanzando poco a poco.

Ahí fue cuando realmente entendí: ganar dinero es aprovechar el viento a favor, no estrellarse contra la pared.

Cuando llegué a 200.000 U, mi primera reacción no fue celebrarlo, sino retirar beneficios inmediatamente. Cada semana aseguraba las ganancias, convirtiendo los números en dinero real en el bolsillo.

No es por miedo a perder, es por miedo a dejarme llevar. Si te dejas llevar una vez, el mercado te dará una lección.

El año pasado, un amigo que me siguió y pasó de 800 U a 12.000 U me mandó más de diez notas de voz el día que retiró; la voz le temblaba. Me dijo: “Por primera vez siento que en esto no solo se puede palmar todo.”

Lo entiendo perfectamente. Lo que más teme un minorista no es perder dinero, sino no tener rumbo: si vas solo, siempre te arrastra la emoción; si exploras en la oscuridad, siempre acabas tropezando hasta dudar de todo.

Pero si sigues el ritmo adecuado y te rodeas del grupo correcto, no hace falta dejarse la vida. Solo tienes que hacer bien unas cuantas cosas sencillas, y es suficiente.

He pasado de unos pocos miles de U a donde estoy hoy, y no es por tener un talento especial, sino por no perder la calma, por ser constante y por saber cuándo entrar y cuándo salir.

La luz ya está encendida. Avanzar o no, es tu propia elección.