La presidenta de México se ha convertido en una especie de caso de estudio mundial en gestión de crisis. Su manejo de las dinámicas comerciales volátiles con la administración estadounidense le valió un amplio reconocimiento internacional. Ahora, tras doce meses en el cargo, el panorama político interno presenta un desafío completamente diferente. Navegar por las presiones económicas externas resultó más sencillo que gestionar las complejidades políticas internas, una realidad a la que muchos líderes acaban enfrentándose cuando los éxitos internacionales no se traducen automáticamente en aprobación local.